
En Serrano Jover, número 11, era donde estaba la portería que mi madre regentaba. Dentro del portal se encontraba una puerta por la que se podía acceder directamente a la oficina de correos que teníamos al lado y que yo usaba muchas veces para ver como trabajaban. Me gustaba ver como se amontonaban las tiras de papel que salían de una máquina y que luego se usaban para los telegramas.
La entrada principal tenía una puerta giratoria y algunas veces me ponía a dar vueltas con los clientes que entraban.
En verano enfrente del portal se colocaba un quiosco que vendía granizados de limón y horchata que fabricaban allí mismo con las chufas y que alguna vez podía beber gratis.
Cerca teníamos la Iglesia del Buen Suceso, el Cuartel del Conde Duque, el Parque de Rosales y Moncloa.
De la iglesia recuerdo su gran órgano; del parque, el tobogán con forma de elefante y los barquilleros; de Moncloa a los universitarios y los paseos de las noches de verano y del cuartel, las visitas que hacía a una amiga para jugar con sus juguetes y ver los dibujos animados en la televisión. Me llamaba la atención que tuvieran el váter dentro de casa, con lavabo y con bañera y que la cisterna no estuviera encima, ni se tuviera que tirar de una cadena, sino que estaba justo sobre la taza y para que saliera el agua bastaba con apretar un botón.
Me gustaba sentarme en el escalón del portal y ver pasar la gente, los motocarros y las motos con sidecar, que eran vehículos de la época.

En un intento de evitar el desahucio, pintó la bandera nacional en su puerta, que como símbolo patrio no podía ser mancillado y que al final fue destrozada junto con la puerta para hacerles salir de su casa y que Lauro Olmo ideó como castigo, De nada sirvieron las sentencias que existían a favor de los vecinos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si tu comentario es constructivo adelante, si no, ni lo intentes