En Serrano Jover, número 11, era donde estaba la portería que mi madre regentaba. Dentro del portal se encontraba una puerta por la que se podía acceder directamente a la oficina de correos que teníamos al lado y que yo usaba muchas veces para ver como trabajaban. Me gustaba ver como se amontonaban las tiras de papel que salían de una máquina y que luego se usaban para los telegramas.
La entrada principal tenía una puerta giratoria y algunas veces me ponía a dar vueltas con los clientes que entraban.
En verano enfrente del portal se colocaba un quiosco que vendía granizados de limón y horchata que fabricaban allí mismo con las chufas y que alguna vez podía beber gratis.
Cerca teníamos la Iglesia del Buen Suceso, el Cuartel del Conde Duque, el Parque de Rosales y Moncloa.
De la iglesia recuerdo su gran órgano; del parque, el tobogán con forma de elefante y los barquilleros; de Moncloa a los universitarios y los paseos de las noches de verano y del cuartel, las visitas que hacía a una amiga para jugar con sus juguetes y ver los dibujos animados en la televisión. Me llamaba la atención que tuvieran el váter dentro de casa, con lavabo y con bañera y que la cisterna no estuviera encima, ni se tuviera que tirar de una cadena, sino que estaba justo sobre la taza y para que saliera el agua bastaba con apretar un botón.
Me gustaba sentarme en el escalón del portal y ver pasar la gente, los motocarros y las motos con sidecar, que eran vehículos de la época.
El Barrio de las Pozas, donde ahora está el Corte Inglés de Argüelles y el Hotel Princesa, fue objeto de una gran especulación inmobiliaria, desahuciando a todos sus inquilinos, siendo Lauro Olmo, poeta y dramaturgo español del realismo social, el último en abandonar el barrio que ya estaba en ruinas, junto con su mujer, sus dos hijos y actores, periodistas y compañeros de la profesión que quisieron acompañarle.
En un intento de evitar el desahucio, pintó la bandera nacional en su puerta, que como símbolo patrio no podía ser mancillado y que al final fue destrozada junto con la puerta para hacerles salir de su casa y que Lauro Olmo ideó como castigo, De nada sirvieron las sentencias que existían a favor de los vecinos.
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