En 1930 Berlín venía arrastrando los efectos de la 1ª Guerra Mundial y las consecuencias del crac del 29.
El desempleo afectaba a gran parte de la población y Hitler hizo su aparición con falsas promesas de empleo y recuperación, utilizando grandes puestas en escena y manifestaciones multitudinarias.
El ascenso de Hitler que se consolidó en 1933 con su acceso a la cancillería llevó a Alemania a vivir en un estado policial donde los comunistas, los judíos, los homosexuales e incluso discapacitados iban engrosando los campos de concentración que creó desde el primer momento.
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